Su formación literaria agudizo su sensibilidad y la convirtió en una de las más paisajistas de la literatura, expresando un profundo amor por la patria y sus paisajes y lo manifestó en sus versos más lucidos.
Pedacito De Tierra |
Pedacito de tierra! Tan alegre y soleado bajo el azul profundo de tu suelo estival, tú viniste a la vida como un predestinado, libre de toda mancha de culpa original. |
Talvez te va cansando que a cada nueva aurora tu sueño se interrumpa al eco de mi voz como si no bastara la cálida y sonora, canción con que te arrullan tus mares que son dos. |
Noble en la desventura, noble en el sacrificio, en medio de las naciones del mundo occidental, fiel al lema que reza "Pro mundi beneficio", dejaste abrir tus vísceras para hacer el canal. |
Pedacito de tierra, cuna de ilustres hombres que dieron alto ejemplo de abnegación y honor, digan todos los labios la gloria de sus nombres, canten todas las liras himnos en su loor! |
Cuándo pensaron Fábrega, Arosemena, Herrera, Durán, Icaza, Hurtado, Urriola y tantos más... que tras de una centuria hijos del Istmo hubiera prontos a atar al Cóndor las alas por detrás!... |
Pedacito de tierra, tú no has necesitado del bautizo de sangre casi tradicional con que al nacer los pueblos de América han lavado la mancha de un presunto pecado original! |
El Árbol |
A mi hermano
Queriendo acaso darme un buen amigo,cuando yo vine al mundo, una mañana, sembró mi padre al pié de mi ventana un árbol que creció a la par conmigo. |
Callado confidente y fiel testigo de las congojas de mi edad temprana, prestó su copa, al elevarse ufana, sombra a mi estancia y generoso abrigo. |
Cuántas veces las gotas de mi llanto, tras de surcar ardientes mis mejillas, cayeron en sus hojas cual rocío; |
Y causa al alma de simpar quebranto fue el ver cuál se tornaban amarillas las hojas que regaba el llanto mío. |
Dos Cantos, a Panamá la Vieja
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En medio rugosas y viejas encinas, de la amplia calzada contemplo las ruinas, albergue seguro de las golondrinas. |
Escombros del templo y del viejo palacio que bañan reflejos de grana y topacio cuando el sol desciende en el cóncavo espacio. |
Las sombras avanzan y la luna brilla. La torre del templo se yergue sencilla y me habla en la propia lengua de Castilla |
de heroicas proezas, de glorias lejanas, de magnas conquistas de huestes hispanas; de nobles matronas de cabezas canas. |
Que cuando en la torre –ogaño vacía– sonaban los bronces, tres veces al día, rezaban contritas el “Ave María”. |
La luna se anubla. Graznando en mi oído pasa una lechuza que busca su nido en el negro nicho semiderruido. |
Se finge la mente que del campanario se escapa un tañido llamando al Rosario y enciende una mano la luz del santuario! |
Recuerdos sagrados de edades remotas! Visión de las madres orando devotas mientras que del órgano vibraban las notas! |
Amor del pasado, de las cosas viejas, que extraes lo amargo de las hondas quejas y en dulzor lo tornas, como las abejas, |
dejad que haga un voto! Oh ruinas sombrías, dejad que lo exprese: que Dios en mis días os guarde al abrigo de manos impías; |
de manos que borren el sello sagrado del tiempo en el muro jamás profanado desde que por el fuego fue purificado, |
o arranque el musgo que el suelo tapiza, o la inculta planta que mese la brisa como un oriflama en la rota cornisa. |
Y al fin de mi vida, la vista cansada pueda aún posarse en la torre agrietada y en el tronco añoso que guarda la entrada! |
Dos Cantos, a Panamá la Vieja
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Arboles seculares que vio mi trisabuelo Salud! Salud a ti, majestuosa floresta! Dame propicia sombra mientras yo palpo el suelo en que mi gente hispana durmió más de una siesta. |
Tú me hablas de las danzas ritmadas con vihuelas de unas antepasadas de juventud inquieta, que no supieron nunca de libros ni de escuelas y usaron la mantilla trabada en la peineta. |
Tú a mi oído rumoras, si el vendaval azota en la nocturna calma tus amplios abanicos, las trágicas leyendas de aquella edad remota en que eran españoles los pobres y los ricos. |
Bajo tus verdes frondas chocaron sus espadas los nobles castellanos. Aquí el galán de marras pagó con sangre joven las coplas entonadas al pié de una ventana y al son de las guitarras. |
El sol que hace tres siglos caldeó tus praderas sigue vigorizando la savia de tus plantas; pero las que hoy te admiran son gentes extranjeras que no entienden la letra del himno que les cantas. |
Los pocos que han quedado guardando tus laureles están desconcertados ante invasión tan fuerte; mas siguen en sus puestos como unos perros fieles y de sus puestos solo los quitara la muerte. |
Salve floresta hermosa…!Salud, tierra bendita que henchiste la semilla de la hispana bravura! Centuplique las fuerzas de mi voz pequeñita tu eco, al acogerla en medio a la Natura! |
Hogar Campestre |
Cerca de la quebrada, junto al camino, entre enanos ciruelos y altas palmeras, está la humilde choza del campesino por cuyas guaduas trepan enredaderas. |
Mientras que el rudo mozo lejos trabaja y de sudor el suelo deja regado, su mujer teje cestos de tosca paja que va a vender los viernes en el mercado. |
No hay tocador de mármol en esa alcoba ni es bruñido el armario, ni tiene espejo; El tocador es un banco de caoba y reemplaza el armario un baúl muy viejo. |
A falta de perfumes, silvestres flores de las que crecen cerca de su ventana, suavemente saturan de sus olores las ropas de esos hijos de la sabana. |
Un cajón, cerca al lecho, de altar oficia y ante una santa imagen de los Dolores, porque la suerte siempre les sea propicia la campesina pone velas y flores. |
Afuera de la choza se ve una cesta mullida con cobijas y blanda almohada en la que una criatura duerme la siesta bajo la fresca sombra de la enramada. |
Y al declinar la tarde, la campesina, abandona el trabajo, guarda el tejido; toma al hijo en sus brazos y se encamina presurosa al encuentro de su marido. |
Flor Celeste |
A mi sobrina Mercedes.
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Una flor me pides? Una? no te la puede negar quien se puso a tu mandar desde que te vio en la cuna. |
Mas yo que el guiar tus pasos cuitas tuve y tuve enojos; “yo que me he visto en tus ojos cuando te alzaba en mis brazos.” |
Y con piadosa intención en tu alma blanca sembré la azucena de la fe y el lirio de la oración, |
no he de callar, por temor de ocasionarte una pena, que hay casos en que envenena el perfume de una flor. |
Y te escudaré asimismo contra la lisonja vil que de un risueño pensil transporta el alma a un abismo. |
Pálidas flores de invierno que no avivó el sol de estío, las flores del vergel mío son de un aroma muy tierno; |
Mas si ellas colman tu anhelo, aspira y gusta su aroma imitando a la paloma que, al beber, contempla el Cielo. |
Y en su suave claridad, desde la celeste altura, inundarán tu alma pura Fe, Esperanza y Caridad. |
Feliz tú sí, con fruición de esas flores celestiales, los aromas inmortales, guardas en tu corazón. |
Gracias, la información me ayudó mucho para la ESO.
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